miércoles, 26 de noviembre de 2008

El hablador: La humanidad del lenguaje y la apertura del mundo

POR: MÓNICA ESMERALDA VALLEJO.

"Hablar es nacer una segunda vez".
E.GENOUVRIER

"Las palabras son un mundo magico, donde se crean tanto reales como ilusorias experiencias a través de las cuales edificamos todos nuestros sueños, añoranzas y realidades, dentro de cada alma existen miles de formas de expresarse, pero las palabras son la magia que nos invita a reconocer que el vibrar del viento puede llegar a ser melodioso."

El Hablador, un texto narrativo generado por Mario Vargas Llosa (Barcelona: Seix Barral, 1987, 234 páginas) se caracteriza por la sobriedad de elementos y recursos novelescos empleados, generando así una historia en la cual se pinta mediante las palabras la exuberancia y exotismo de estilos de vida de las étnias amazónicas del Perú.

El texto puede clasificarse como una novela puesto que se desarrolla con una trama en una secuencia de ocho capítulos o episodios, en los cuales se clarifica el marco del relato en tres espacios definidos que son la selva amazónica, el Perú colonial y finalmente Firenze, desde donde se pronuncia uno de los narradores del relato.

El autor jamás acumula detalles innecesarios al desarrollar los sucesos de cada capitulo, se limita a escoger con agudo sentido selectivo los más importantes. Las descripciones son precisas. El estilo es directo, familiar, claro, espontáneo, lleno de locuciones pintorescas y coloristas de gran fuerza expresiva, para retratar el paisaje de la amazonía peruana, donde se desarrollan la mayor parte de sucesos de los capítulos III, V y VIII.
Además hace uso de una técnica particular en la que muestra la existencia de dos narradores, el colono o civilizado, que pudiese asumirse como el propio escritor espectador, testigo de lo relatado, que inicia la historia, capítulos II, IV, VI y la termina (capítulo VII) dando solución al enigma de explicar quien es el hablador en el capitulo final, para lo cual las múltiples relaciones intertextuales del texto y el paratexto que emplea como técnica de escritura, brinda muchas pautas : Firenze, 1985 y Londres, 1987; lo cual facilita deducir que el narrador civilizado es el novelista, quien presenta la vida de los Machiguengas desde el acontecer filial de amistad que tenía con Saúl Zuratas, Mascarita, una persona compañera de estudios del escritor, quien al cambiar su orientación vocacional de las leyes hacia la etnografía, poco a poco va perdiendo su personalidad, la cual parece querer negar, desde la misma invisibilización que se da a las culturas indígenas, al apreciarlas como diferentes, como inferiores, puesto que él era distinto entre los de su especie a causa de un defecto físico, un inmenso lunar rojizo que le cubría gran parte del rostro, por ello lo apodaban Mascarita, recordado por su fealdad, hijo de una peruana y un judío.

Este personaje se interesa mucho por la cultura aborigen desde un viaje que efectúa con su madre a cierto sector apartado del Perú, su exagerado interés le genera un distanciamiento de la vida occidental, representada por su amigo que en el relato se transforma en periodista – investigador. Escritor. quien en la mayor parte de sus viajes y actuaciones cotidianas lo recuerda con afecto, a pesar de haberse distanciado por muchos años, hasta enterarse supuestamente que el motivo de su desaparición fue dado por un viaje a Israel, ultimo lugar donde quería estar el padre de Saúl antes de morir. Y digo supuesto, porque al final de la historia se aclara que Mascarita nunca salio del Perú, su viaje se realizo a la espesa selva del Amazonas, donde había logrado un reconocimiento, al volverse un icono de la cultura Machiguenga, un Hablador que cuenta las luchas entre Tasurinchi, como deidad principal y otros seres mágicos de la cosmología de este grupo indigena, dando lugar a mitos, leyendas y descripción de ceremonias rituales , aludiendo en especial a la del Ayahuasca, la cual les permitía andar o viajar. Entre los capítulos III, V y VII, se presenta el Otro narrador indígena, quien hace la representación de la cosmogonía Machiguenga a cargo del “hablador “, igualmente retrata enfrentamiento entre étnias y el avasallamiento por parte de los colonos y perpetua actividad nómada que era propia de esta comunidad.

En el relato se entremezclan apartes de testimonio bajo la figura de etnólogos lingüistas, misioneros, profesores, quienes presentan la visión occidentalizada de ese grupo que tanto fascinó a Saúl Zuratas, hasta perder la frontera de realidad y ficción, cuando se da lugar al relato estilo crónica, al interior de las vivencias particulares que el personaje Mascarita experimenta al involucrarse con otra cultura ajena que poco a poco apropia como suya. Así desde una labor de periodista, el otro narrador – escritor, evoca los acontecimientos de ese grupo étnico que recuerda con fuerza, por lo contado por Saúl en sus momentos de vida académica universitaria y que trata de revivir desde el programa de televisión “ La torre de Babel ”, donde al dar inicio a un documental por aniversario del instituto de lingüística de la universidad a la cual pertenecían él y Saúl, le permite develar el secreto tan guardado entre los machiguengas, representado en el recuerdo que evoca una fotografía de museo de un hablador, quien desde lo que explicaban los antropólogos Schneil despreciaba a los blancos. Hila todas las historias e imágenes, comprendiendo al final del texto que su amigo, Saúl Zuratas el que contaba los mitos y símbolos machiguengas era quien se habían metamorfoseado en un hablador que refuerza el valor de la palabra al interior de una cultura.

“Que miserable debe ser la vida de los que no tienen como nosotros, gentes que hablen” (p.60)” Es hora de sentarse a escuchar al que habla” (p.62)

Desde el hablador las palabras nacen, dan nombre, ordenan, participan del ser del mundo en la idea de Tasurinchi-dios creador; se desplazan con las personas que andan y se encuentran en un cruce de culturas, se ennoblecen, decaen, se pervierten, perecen, perduran, evolucionan.

Desde el entorno en el que se adscribe la novela, podríamos afirmar que las palabra se tornan en un gran árbol, cuyas raíces están en el transfundo de la vida social, cuyo follaje alcanza su plenitud en el cielo de las ideas o de los mitos y cuyas hojas rumorean en miríadas de conversaciones, desde las connotaciones que invocan y evocan, estallando en metáforas, donde las frases rompen desde la dicción machiguenga sus cadenas gramaticales para sacudirse con libertad en un acto creativo de ficción literaria o etnoficción, al trata de resaltar los valores de las comunidades indígenas, sus costumbres y tradiciones con un argumento que se va entretejiendo a través de la voz un poco misteriosa del hablador que nos indica desde el principio que estamos leyendo una serie de vidas, de relatos míticos de varias étnias de la Amazonía peruana.

Por esa razón, por la fuerza que se atribuye a las palabras en esta novela tiene una arquitectura especial, al reconstruir una serie de historias nacidas desde el horizonte del hablador.

Se destaca como elemento nuclear de la historia el poder vivificador de la palabra que se muestra como creadora y portadora del devenir de la humanidad representada en símbolos importantes aludidos en el relato que desde el mismo nombre, EL HABLADOR, la muestran como vital en el seno de las sociedades humanas, se habla aquí de la palabra como creación en elementos tales como el orden y nombre de las cosas dados por Tasurinchi, o en la Interpretación de la Biblia realizada por el padre de Saúl que permite reconocer la trascendencia de la palabra, también las enunciaciones continuas que se hacen en la historia de mitos, leyendas y ritos machiguengas, porque mediante ella la realidad y el mito tienen lugar a través de la voz, es ella la que permite hacer viajes continuos y entablar tránsitos al interior de la comunidad para forjar relatos fundantes que les otorguen su historicidad.

Las palabras abren el mundo de esa otra cultura, le dan existencia a la historia, abren ese mundo apartado mediante la curiosidad, la interrogación, la exploración, la búsqueda, la pasión por conocer de los personajes en quienes se fija un sentimiento de extrañeza hijo de una cultura dominante, occidental, ajeno a otra de corte americanista bajo la idea del vivir indigena que desencadena un universo imaginario, fabuloso de mitos, creencias, religiones, que los desarrollos técnicos y racionalistas de ciencia han mostrado poco.

Desde electa novela las palabras nacen, dan nombre, ordenan, participan del ser del mundo, se desplazan con las personas que andan y se encuentran con el hablador, se ennoblecen, decaen, al querer ser domesticadas en función de reglas y normas de los lingüistas personajes de la historia, allí se pervierten, perecen, y perduran, evolucionan en la memoria colectiva de una comunidad y a través de la escritura de autores como el novelista, quien desde un sentido estético estructura la obra con matices de emoción, sensibilidad, fascinación ante otra cultura, asume el juego del investigador periodista, para dar lugar a otra forma para decir, la escritura, que va a ofrecer la posibilidad de una inscripción más allá de la memoria individual. El lenguaje se muestra entonces desde la obra como disco giratorio esencial entre lo humano, lo cultural, lo social, es una parte de la totalidad de una cultura que se enuncia hacia otros que buscan comprenderla.

La palabra se muestra así desde la trama narrada como un patrimonio de la cultura aborigen, pero no esa palabra acabada a la cual parece criticar el autor, sino esa que se matiza y toma diversas formas, las del relato oral que permite recrearse dentro de múltiples continuidades, representada en los habladores machiguengas y la escritura, como el elemento que genera testimonio a través de las épocas, representado por parte del civilizado escritor- Periodista, quien busca con ansias la función de los habladores, concluyendo que esta consiste en CONTAR RELATOS. “…Contar historias puede ser algo más que una mera diversión…Algo primordial de lo que depende la vida de un pueblo…” (p. 92)

Función idéntica a la de nuestras etnias indígenas, para quienes la palabra es un vaso comunicante de sus historias que dan identidad, es por esto que en el hablador parece que el escritor, Mario Vargas Llosa , quisiera hacer un llamado hacia una realidad desbordante, observada directamente ahora, hacia la otra cara que puede tomar la literatura en nuestro tiempo, la literatura indigena, para quien la letra no es el elemento básico para contar, sino la prevalencia de la calidez de la diegesis, de la naturaleza misma del ser humano como contador de historias, hacedor de relatos interminables en su comunión con el otro y sentido de existencia en el mundo, pues las historias generan reminiscencias ante todo acontecer humano que debe y busca ser narrado: “Todos tienen algo que contar, eso es, quizá, lo que aprendí escuchando” (p. 127)

Se destaca entonces que así como en EL HABLADOR SE HA HECHO USO DE LA PALABRA, para fundar la historia de una comunidad, en nuestro entorno Colombiano, plurietnico y pluricultural, esta es también el núcleo de toda cultura, que no sólo está plena de hábitos, costumbres, prohibiciones, saberes, reglas, normas, creencias, valores y mitos que se perpetúan por generaciones, acumulando así un capital que genera identidad; sino que en la actualidad se pronuncia desde la función literaria como otra manera de contar y decir sus cosmogonías y cosmologías ante los lentes de la cultura foránea y ajena que busca la apropiación de estas culturas desde la imposición de lenguas, y los avatares de las tecnologías como otros medios para comunicar y culturizar.

Se Cuestiona así desde esta novela, la incomprensión surgida en América ante las voces y relatos de origen indígena, revalorizando a estos desde el oficio de un hablador, de un contador de historias que puede ser un escritor o literato, quien permite en sus tramas al lector aprehender como el hablador a través de la escucha los imaginarios particulares de una cultura.

Así mediante esta historia, Llosa parece sostener que los intelectuales de esta época deben ser unos observadores analíticos audaces, para desentrañar esos sentidos particulares que toman las cosas y las acciones al interior de una comunidad indigena, apreciar con otros lentes sus historias, sus escritos, el mundo de lo mítico que los entrecruza , ya que estos relatos ante el lente común, desde la razón, pueden aparecer como irrisorios, pero si nos detenemos de seguro que se bifurcan muchos hilos para ver las cosas del otro lado y encontrar sus significancías; eso lo comunica el autor bajo la figura del periodista.- escritor que en su oficio reforzó aquellos valores de las comunidades amerindias que en los occidentales están perdiendo validez, al devaluar sus relatos, al separar sus formas de hacer literatura y dejarlas en el olvido.

Finalmente, podemos decir que en esta novela se explora el poder de la palabra para conocer una cultura, ese debe ser su fin, servir de instrumento de acercamiento y no de aglutinación, para que surjan mediante las palabras varios habladores que hagan posible la perpetuidad de la visión ancestral del mundo que tienen nuestras étnias.


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Dar lugar al acontecimiento: Somos los otros, la diferencia

POR: MÓNICA ESMERALDA VALLEJO.
REFLEXIONES: “ LA EDUCACIÓN (QUÉ ES DEL OTRO) DE CARLOS SKLIAR


“La educación parece ser así una fortaleza mayor que se erige como si fuera una suerte de dinastía, un reinado inmemorial, donde no hay lugar para la experiencia, para la experimentación; donde no hay lugar para el Otro y lo otro; donde no hay lugar para los contra-sentidos ni para los sinsentidos; donde no hay lugar para el acontecimiento.”
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En la época actual nos encontramos en un periodo de transición en muchos sentidos y en medio de este contexto está la educación, donde se desvanecen las diferencias y las discriminaciones parecen ser el horizonte a cultivar en medio de la sociedad informacional, que cada día parece gestar más el marco de las diferencias en medio de los discursos, en los cuales el Otro se plantea cuestionamientos y una búsqueda de respuestas, se acomoda a una cultura desarrollada, un tanto homogénea, acorde a modelos de vida que aunque resulten extraños deben adaptarse, porque al fin y al cabo parecen haberse subsumido en la visión de que el hombre al ser considerado desde el marco antropológico como un animal, al fin y al cabo es un ser de costumbre que tiene la facilidad de adaptarse y adoptar los modelos que se le impongan, aunque estos no respondan a la dinámica social en la cual está inscrito; desde donde sólo los organismos y las poblaciones capaces de aprender evolucionan y se adaptan, evitando convertirse en grupos, familias o especies endémicas en vías de extinción.

Aquí lo plural, lo diverso no tiene cabida, lo que se debe perseguir es un “calco” de identidades donde los matices indios, negros, mestizos se amolden al ideal hegemónico de maestros, directores o políticas de educación que tienden a estandarizar pensamientos y decires, donde lo diferente no se considera como relevante para el desarrollo de modelos de vida, siendo visto como marginal, como aquello que se debe tolerar y en ocasiones respetar pero no aceptar; puedo decir que ese es el problema de la comunidad en la cual yo actúo y desde donde voy a asumir mi voz para pensar en los sentidos que implica el enseñar desde los espacios culturales y sociales que se viven en el plano escolar que siguiendo a Skliar es una reproducción de modelos que marginan toda diferencia, puesto que la presentación del otro, la conquista de su territorio, de su emocionalidad, su descubrimiento y re-descubrimiento, su invención, su inscripción en las fronteras estrictas de inclusión /exclusión, su normalización, infantilización, domesticación y desterritorialización tiene lugar en la educación.

Es a través de esta lectura como va cambiando la visión de lo que verdaderamente significa enseñar, permitiendo que el otro crezca en su diferencia. Skliar desde su visión, crítica al sistema educativo tradicional prolijo en argumentos, poseedor de una herencia, quiere plantear la urgencia de una deconstrucción al interior de esas prácticas y discursos que pongan en un colador las significaciones dadas a la herencia como un cúmulo de referencias y teorías pedagógicas inamovible, incuestionables y muertas, para constituirlas en un cuerpo viviente que no se deforme de tanto modelo para formar, sino que se desmorone en reflexionar en la construcción del Otro.

Skliar invita a llevar una educación de la mano de cromatismos, luminiscente y radiante en el marco de los sistemas del conocimiento y los sistemas sociales, en contraposición a una vida fundada en la acumulación de información, y en la repetición y transmisión de conocimientos, como una vida hipertrofiada que no da cuenta de sí misma y es temerosa de cualquier clase de novedad y de sorpresas.

Así desde lo propuesto por Skliar las palabras claves de ese encuentro son diferencia, comprensión y reconocimiento, se propone un cambio de enfoque que pone en juego no la homogeneidad, el calco del pensamiento único, la repetición de verdades universales, sino la multiplicidad y la diferenciación en las formas de enseñar en el mundo escolar desde la ACEPTACIÓN DEL OTRO.

En relación a la diferencia se nos constituye como humanos y legítimos desde nuestra identidad, sin embargo parece ser la categoría más problémica en el mundo educativo, donde aún no posee lugar el término diversidad, puesto que no se tiene presente las representaciones sociales diversas que entrañan los discentes, así el docente acude con una tematización prefabricada que se aleja de las representaciones socioculturales en las cuales a diario actúan los discentes, se hace así un recorte de su realidad, porque el mundo desde el cual se lo educa le es ajeno, porque allí no tienen lugar los conflictos, las confrontaciones, desigualdad o necesidades. No, en ese mundo que cuenta el docente solo es posible lo correcto, lo que evidencia la sociedad ideal que ellos desde esa formación deformada deben contribuir a diseñar. El horizonte debe estar dado entonces en recuperar esa complejidad social de la cual ellos hacen parte, dando lugar a sucesos de su entorno, a eventos particulares de su medio como referentes para el diálogo continuo de su educación, tanto en la escuela como en los otros escenarios de los cuales dispone toda comunidad para su socialización.

Desde Skliar resulta además problemático porque “ la educación en general no se demuestra preocupada con las diferencias sino con aquello que podríamos denominar como una cierta obsesión por los “diferentes”, por los extraños, o tal vez en otro sentido por los anormales….Se viene confundiendo trágicamente la/s diferencia/s con los diferentes. Los diferentes obedecen a una construcción, una invención, son reflejo de un largo proceso que podríamos llamar de “diferencialismo”, esto es, una actitud- sin dudas racista- de separación y de disminución de algunos trazos, de algunas marcas, de algunas identidades en relación a la vasta generalidad de diferencias . Las diferencias no pueden ser representadas ni descriptas en términos de mejor o peor, bien o mal, superior o inferior, positivas o negativas, etc. Son, simplemente, crucialmente, álgidamente, diferencias.
El problema en la educación desde la posición que el docente asume dentro de la misma está dado en “ como inventa y reinventa cotidianamente a los diferentes”, por ello el acontecimiento que propone es deconstruir una herencia malentendida que resta significado al Otro.

Sin embargo desde el actuar educativo esas diferencias se constituyen en unas marcas que generan discriminación en el trato, en el uso de la palabra, en el marco de las interrelaciones que poco a poco van silenciando todo el potencial creativo que lleva dentro de sí cada estudiante, donde lo diferente se valora como criterio de anormalidad, de indisciplina, de falta de interés, al no enmarcarse en las categorías del juego de lo correcto, de la norma, del modelo o paradigma dado por el maestro para pensar, como si esa actividad fuese susceptible de enseñanza, cuando sabemos que el aprendizaje es inherente a cada ser y se domina no sólo por la razón, sino con un alto componente de emocionalidad que marca notablemente diferencias.

Entonces parece que la tarea que se asume desde la educación es perseguir esas diferencias para llenarlas en el mundo de lo estándar, de lo homogéneo, separando aquellas características peculiares para desvanecer esas “marcas” que en ocasiones generan conflicto ante el carácter de intolerancia de los mismos maestros que no aceptan que se vaya más allá de su discurso, al planteamiento de interrogantes que no están planeados en su tematización, que en ocasiones resulta tan precaria que ya a agotado al máximo las respuestas de tanto andar por los mismos caminos de la repetición, teorización, exposición, se teme a las diferencias y se busca continuamente asumir al Otro desde una posición de subalterno, en una sociedad disciplinar que el maestro construye, que no admite posiciones diferentes a las suyas.

La explicación se constituye en el obrar fundamental para lograr mantener esa relación de falsa autoridad tan apreciada por el enseñante, siendo una forma de manipulación de los saberes del otro, una usurpación de sus voces que se transforman primero en voces parecidas pero que nunca serán idénticas a las del maestro tematizador, quien niega que el otro habla y su habla posible, da la autorización para que el otro hable sólo de lo mismo, celebrando su generosa misión: aclarar, enseñar, hacer decir desde la mudez del otro, de su razonar de sus ideas diversas, diferentes. El otro se asume así como fuente de conflicto, llegando a un nivel de negatividad de su cultura.

Se busca en la educación la presencia de un ser semejante, desvalorizando su diferencia, y el sentido mismo de su identidad, sin considerar que el docente es, se hace el mismo a través del otro porqué así se piensa en sí mismo pero desde el error de búsqueda de lo idéntico. Puesto que “ El otro es en síntesis, aquel espacio que no somos, lo que no deseamos ser, que nunca fuimos y nunca seremos, el otro está fuera de nosotros mismos”

Parece que desde la educación hay una estrategia de la contención, donde el otro nunca es un agente activo de su aprendizaje, del conocimiento que interpreta y de su propio reconocimiento. El Otro es llenado, iluminado, formado desde estrategias que no responden a su ser mismo, nunca se pronuncia o puede inferir en los juegos de verdades acabadas establecidos por el docente. Se muestra así una posición de poder, de dominación y oposición a las diferencias desde taxonomias en las cuales se pretende siempre enmarcar el actuar humano tales como lo marginal, el deficiente, el indisciplinado, el lento, el desatento, negando sus espacios de ser- alteridad al no encasillarse en el “yo normal” manejado por el docente.

El Otro es así un siempre –otro, otro permanente, una amenaza eterna que debe ser contenida, fijada en un estereotipo, normalizada, masacrada, inventada, institucionalizada, colonizada; se toma al Otro como un objeto que deja de ser persona, porque se le niega su particularidad emocional que lo lleva a actuar, a querer decir, a obrar, se constituye en un ser relegado, confinado, “incapaz de toda negación e incapacitado para toda afirmación de su diferencia”.

Si pensamos que actuamos como docentes en una sociedad en donde las diferencias se determinan no solo en la lengua, en la cultura o en las formas de vida, sino en las maneras de enseñar, lo que está por hacerse es posibilitar el intercambio de las visiones del mundo y a la vez la traducción de esas interpretaciones que devuelvan la voz al Otro, dando lugar a la interrupción, a la interferencia como un espacio para la creación e invención, en el cual la diferencia hecha pregunta, opinión o palabra sean admitidas, desde un descubrimiento; ya que el progreso de las ciencias es a diario multiplicador, de complicación y aplicación, de creación e interpretación. Inventar desde estos linderos no es producir, sino traducir, contextualizar al estudiante desde su propio sentir, desde sus mundos de la vida, se debe aniquilar la idea de que “el profesor es el transmisor veraz de una tradición, el obsesionado y encargado de señalar quienes son los diferentes. Es aquí donde debemos romper la herencia, ese cúmulo de doctrinas que maneja esa mente especializada con apariencia de dominio de conocimientos sólidos, férreos, impermeables que los hacen en ocasiones reacios a los cambios, a las adaptaciones, a los hallazgos y explosión de acontecimientos".

Skliar nos propone para devolverle el sentido a la educación una apertura a la diferencia, que devuelva a la escuela su esencialidad, al considerar que existe como tal en función del Otro, porque lo que se hace desde los escenarios de la educación es una aproximación al Otro y del Otro hacia nosotros, hacia el papel o la misión que implica enseñar, que logre imprimir al proceso de aprendizaje una cierta pasión.

Es por eso que debe dejarse atrás esa visión del docente expositor, como el que sabe y el estudiante como aquel que desconoce, porque así se aniquila las diferencias, cada uno maneja unos referentes del mundo de la vida, del mundo experiencial y de la dimensión cultural que perfectamente se pueden poner a dialogar en el plano activo de la educación, en la enseñanza.- aprendizaje, dando lugar al ACONTECIMIENTO que desde Skliar, es ante todo una visión nueva de las diversas interpretaciones de un concepto que puede tener lugar en un aula de clase, el acontecimiento es un espacio tiempo no planeado, no esperado, imprevisto, donde se evidencia verdaderamente la voz del otro, puesto que allí desde la provocación que debe generarse en la dialogía continua de los referentes que se toma del mundo desde los distintos saberes, el educando irá construyendo su propio tejido que lo conduzca a tomar posición desde la INTERRUPCION que a este le generen las afirmaciones o argumentos del docente, que no deben ser asumidos como propuestas de lectura que muevan el pensar. Se puede afirmar entonces que lo que debe hacerse es andar a la deriva con una actitud de sospecha para ver el acontecimiento y encontrarle su sentido, pensar lo impensado.

Hasta aquí puedo afirmar que el papel del maestro es entonces el convertirse en un artífice de contextos, en donde estos se delimiten para posibilitar una búsqueda del Otro, que en este caso no es ya el docente, no es la conciencia misma del estudiante, sino los diversos espacios a los cuales él puede acudir desde su deseo para conocer y a la vez reconocerse, puesto que solo así se desprenderá de la tutela del cómo hacer la tarea, cómo darle gusto al maestro, y dejará de ser heterónomo para constituirse en un ser propio, capaz de servirse de su propia razón, donde no se aniquilen sus diferencias por talento, por interpretación o por ideología sino que se asuma su voz.

“La tarea del profesor consiste en ayudar al estudiante a enfrentar la crisis, aun la tragedia, del descenso desde su ideal hasta lo que parece un “infierno de falta de cultura” al asistirlo para reconocer este descenso como “nada distinto a la necesidad de la Razón”.

Entramos así a la segunda categoría de Skliar, el campo de la comprensión en medio de esa alteridad y pedagogía alternativa propuesta por el autor, se constituye en un hecho social intrínseco a la heterogeneidad.


Una educación que se preocupa por la comprensión se abre a las diferencias y toma en cuenta al Otro, sin duda encierra una amplia preocupación ética, puesto que el docente es responsable de la edificación de ese Otro, de lo que le pasa al otro con las cosas que uno hace, o de las cosas que surgen en la comunidad a la cual uno pertenece, pero para que importe lo que le pasa al otro tengo que verlo y para verlo, tengo que amarlo; tan sólo aprendemos de aquellos a quienes amamos, o también de aquellos que nos han hecho amar un campo, un problema, un suceso de la realidad, un texto, aprendemos de aquellos que han dejado improntas en nuestras estructuras afectivas y emocionales, por ejemplo a través de exigencias elevadas, o también, porque se han convertido ellos mismos en ejemplo para nosotros. Esto acontece cuando uno educa:

“Desde el momento en que el otro me mira yo soy responsable de él sin siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que hago". (Lévinas, 1991: 90)

El maestro debe mostrar al alumno lo que la humanidad a aprendido de ella misma y de manera esencial buscar que cada persona logre comprometerse con sí misma haciendo conscientes a los individuos de sus raíces, a fin de que puedan disponer de puntos de referencia que le sirvan para ubicarse en el mundo y para respetar las demás culturas.

El compromiso será entonces suscitar en cada persona, según sus tradiciones y convicciones el pleno respeto al pluralismo. Esto implica una posición ética que alude a la responsabilidad y corresponsabilidad en el marco práctico de dichas acciones y a la alteridad como referencia, donde estas cobran sentido desde la presencia y solicitud del Otro en el marco de la convivencia; en la alteridad se es responsable de alguien o algo y la persona responsable lo es desde su compromiso social. Desde el educar se prepara a los discentes para recibir las consecuencias del interpretar el mundo, de soñar, de pensar diferente, junto con los efectos de sus acciones sobre esa realidad social, sobre los demás y sobre lo que la rodea.

Desde Skliar en la escuela no se puede afirmar que existan grados de responsabilidad desde las distintas acciones de los sujetos sociales docente, discente, familia, o de la situación relacional (clase, recreo..) o las peculiaridades que son inherentes a nuestro ser humanos, sino que somos responsables desde la confluencia de esas tres dimensiones que son las que cargan de sentido y significado nuestro hacer y configuran una responsabilidad social frente al otro y al entorno donde nos interrelacionamos, en este sentido no puede hablarse de más o menos responsabilidad en la acción por parte de las distinta personas , sino de diferentes responsabilidades para la búsqueda de convivencia y justicia en la misma, de tal manera que la educación esté comprometida con el cambio social colocando el acento en educar para asumir un compromiso vital con los otros desde la comprensión de ellos mismos.

Así entendido, el docente y el discente se constituyen en pilares de la educación. El acontecimiento será dado cuando se hagan personas responsables desde la vivencia de ese sentido de la responsabilidad entendida como respuesta al otro, teniendo en cuenta que ese otro puede estar presente porque convive temporalmente con nosotros, pero también puede estar ausente. El acontecimiento tiene que ver entonces con la aceptación del otro en su alteridad en el marco social de lo que implica educar:

“Que el otro no sea nadie propiamente hablando, ni usted ni yo, significa que es una estructura que se encuentra solamente efectuada por medio de términos variables en los diferentes mundos perceptivos- yo para usted en el suyo, usted para mí en el mío. No basta siquiera con ver en otro una estructura particular o específica del mundo perceptivo en general; de hecho es una estructura que funda y asegura todo el funcionamiento del mundo en su conjunto. Y es que las nociones necesarias para la descripción del mundo (…) permanecerán vacías e inaplicables, si el “Otro” no estuviera ahí, expresando mundos posibles.” (GILLES DELEUZE)

Finalmente puedo decir que todos los argumentos anteriores son objeto de lectura y análisis en mi práctica de investigación desde la perspectiva del acontecimiento de lo educativo propuesta por Skliar, a quien identifico desde mi lectura con otra forma de dar lugar al acontecimiento, el reconocimiento, como una acción necesaria no sólo para legitimar la presencia del Otro o lo Otro, sino para valorarlo desde el convencimiento de su inconmensurabilidad y necesidad para la convivencia, desde un posicionamiento respetuoso a la cultura de los otros, asumiendo todas sus actuaciones como encuentros y descubrimientos de hábitos y pensamientos construidas por unos sujetos sociales, por una comunidad desde donde se muestra su identidad y se construye al otro desde una subjetividad que es necesario aprender a leer para comprenderla y dar lugar a su forma particular de pensamiento.

Implicaciones de la etnoficcion desde el horizonte del autor investigador en la produccion literaria

TEXTOS FUENTE : La evolución de la oposición escritura/oralidad y las literaturas alternativas. *Etnoficción


“Colocado frente al otro, frente a una sociedad o subsociedad culturalmente ajena y predominantemente oral, el escritor o antropólogo deseoso de convertir su experiencia en escritura puede elegir, en un principio, entre dos prácticas fundamentales. Por una parte puede limitarse a describir “simplemente la vida colectiva que se ofrece a su vista, o a sus sentidos en general: práctica que se suele llamar etnografía. También puede tratar de transcribir con la mayor fidelidad posible los discursos del otro, sea los de la tradición o los que suscita por su presencia; el propio escritor antropólogo…”

La intencionalidad del autor en su trabajo, es resaltar como ciertos discursos no hegemónicos, instalados en la frontera, en la periferia, buscan hacerse escuchar, mediante mecanismos de corte textual a través de los cuales operan y transgreden el centro de la cultura dominante, lo normativo de lo literario occidental, lo canonizado como tal; procurando su vitalidad al existir como lo otro, lo exótico, lo diferente.

Inicia su discurso en el análisis que descubre al autor como investigador – escritor, haciendo referencia a varios textos de corte investigativo étnico que “ asumen al otro como un pretexto” para la composición de sus obras de corte ETNOFICCIONAL, desde una visión retrospectiva de este acontecer de lo literario, partiendo de la presentación de algunos rasgos de la etnoficción europea, donde se analiza el papel del autor como un investigador, las implicaciones de lo etnoliterario, la textualización del discurso y el papel del sujeto (autor-escritor-investigador) en la enunciación, acudiendo a múltiples ejemplos de las dos fronteras : la dimensión de trabajos de corte europeo y la presentación de modelos latinoamericanos, donde se particulariza mejor la conceptualización de la etnoficción. En este orden de ideas se marca desde los dos contextos diferencias fundamentales frente a la visión del Otro, a la noción de otredad.

Para ello parte de problematizar los márgenes de oposición presentes entre la oralidad y escritura como sistemas de conocimiento, criterios o medios de su legitimidad, para hacer énfasis dentro de lo etnoficcional en la figura del sujeto de enunciación de este tipo de discursos, cuyo interés fundamental es el de resignificar las prácticas de los saberes ancestrales de las comunidades indígenas o comunidades orales que algunos las asumen como marginadas que trabajan su memoria colectiva en un sistema simbólico diverso a la visión occidental del autor.escritor-investigador.

En todos los ejemplos que el autor nos refiere según mi criterio se quiere resaltar como son tratados y textualizados los discursos de la periferia de las comunidades indígenas que se rehusan desde su imaginario particular a formar parte de la totalidad unificadora del discurso occidental, al encontrarse a un lado del límite, al margen, se presentan en ocasiones ( la literatura indigenista, o literatura de la selva) como un medio de resistencia, como un poder encarnado en la identidad cultural, en la fuerza interna que ellos construyen a su decir en la comunidad, donde el autor investigador procura representar las voces de esos otros, materializar sus experiencias desde un horizonte que en ocasiones desterritorializa a sus discursos de su centro de legitimidad a través de tendencias culturales, estilos lingüísticos y contextualización geográfica.

En esta compleja tarea juega un papel central la distinción entre lo oral y lo escrito, la complejidad de estos dos sistemas de producción y transmisión de conocimiento en los ámbitos de la tradiciones y los peligros que en ocasiones encierra la traducción de lo oral a la escritura, considerando la gran carga significativa que se encierra en el primer sistema en algunas comunidades que son ágrafas:

“Cada uno de estos sistemas representa, al estado puro un estilo cultural: colectivo, el de la oralidad; individual el de la escritura."
"El sistema oral perdió con su marginalización, la “vigencia estatal” que alcanzó en los señoríos prehispánicos; en tanto que sistema de comunicación local, no sufrió ninguna transformación profunda. cada vez más sin embargo se ve amenazado…”

Se deja ver como la escritura marca actitudes dominantes de unos sectores culturales sobre otros.

“La cultura letrada, la escritura, el alfabeto, reproducen los mecanismos occidentales de dominación, fijan el habla, ratifican el discurso, suprimen otras formas de decir distintas al alfabeto, imponen la lógica binaria que invisibiliza al subalterno…”.

Se presenta así un cuestionamiento al desconocimiento que ha sufrido la oralidad desde la conquista, como una forma de conocimiento válido de una comunidad que configura mediante la palabra su cosmovisión, recargada de un amplio simbolismo que desde su pensamiento étnico es verosímil en sus prácticas rituales, en sus narraciones míticas y cosmogónicas, en sus “mundos de la vida”.

El autor plantea que en algunos casos desde las culturas caracterizadas por ser eminetemente orales, se puede asimilar la escritura como testimonio de “intolerancia al otro, rechazo a la diferencia y negación de su diversidad en un espacio cultural al que irrumpe un investigador letrado-autor, portador de unos modelos fragmentados de interpretación que no revivirán nunca la subjetividad de los mundos de narraciones orales de las comunidades que el mismo busca comprender, o en las que en ocasiones si se involucra en un ensimismamiento cultural las asume como escudo, como máscara para emprender una denuncia social :

“ En la etnoficción, en efecto surge una contradicción entre las características “occidentales” del texto literario(escritura, idioma, forma global, libro mercancía) y un discurso narrativo que aparenta ser “indígena” y “oral”. El autor en la etnofición, se coloca la máscara del otro, empresa no solo difícil sino a toda costa discutible”

Presenta entonces a la oralidad y al manejo de tales corpus discursivos desde una orientación etnográfica que nos orientan a hablar de la etnoficción entendida como:

“Una de las prácticas por las cuales el escritor o antropólogo convierte su experiencia en escritura. Lienhard define la etnoficción como la “recreación literaria del discurso del otro, la fabricación de un discurso técnico artificial, destinado exclusivamente a un público ajeno a la cultura <> (…) en la etnoficción en efecto, surge una contradicción entre las características <> del texto literario (escritura, idioma, forma global, libro mercancía) y un discurso narrativo que aparenta ser <> y <>. El autor en la etnoficción se coloca la máscara del otro…” (Lienhard, 1990: 289-291).

La voluntad del autor-investigador que materializa su encuentro con el otro da cuenta no sólo del entrecruzamiento de sistemas semióticos de representación de conocimiento, sino también la posibiidad que entre esas dos instancias se abre para legitimar los discursos de la periferia cultural y hacer posible su circulación en la hegemonía que maneja otra codificación.

A través de los textos que toma como referencia Lienhard deja clara la posición del autor- investigador en los relatos presentados, donde este es visto como un sujeto del sector letrado que opera como mediador entre dos discursividades, dos culturas, entre un mar multicultural que se lanza a representar y comprender desde tres posiciones :

Las prácticas investigativas testimoniales.
la posición del investigador : observador o partícipe.
Los discursos marginados , excluidos por su tendencia oral en la operatoria del canon.

Desde la escritura, pareciera que en ocasiones esos movimientos del autor investigador se relacionan o distancian, rozan o chocan, circulan en el ámbito de las producciones literarias.

Resalta que desde los géneros, desde la creación que implica la producción textual, el gran reto que se tiene es el abordar el pensamiento del otro, aprendiendo a atravesar tres desafíos :
Reproducir y legitimar un discurso oral que ha sido vivenciado.
Controlar la voluntad e intervención del investigador en el diseño del texto : organización interna, selección del material, recorte y manejo de los testimonios.
Traslado del discurso oral del investigado a la escritura: se busca recomponer fragmentos que no pueden ser enunciados sin la mediación del investigador.

En esta práctica se cuestiona las pretensiones que se lleva, analizando si estas buscan permear a través de la práctica investigativa o de creación discursiva testimonial, las ideologías del otro, al interpretarlas desde un sistema que las rodea, las contiene y las domina: la escritura, el decir occidental, la voz del investigador mediador. La dificultad radicaría aquí en el carácter ético de esos mediadores y el carácter legítimo de esos discursos.
Surge así el gran problema, la tesis fundamental de la etnoficción: ya que el autor-investigador no se limita a reproducir el discurso oral tal y como fue pronunciado, sino que se manifiesta un trabajo de recreación ( ficción) del discurso oral del informante.

Pero la fidelidad se pierde, puesto que la cultura investigada se hibrida, por la interpretación de los testimonios, descripciones, orden de los relatos y experiencias vividas, por la decodificación sesgada de las subjetividad y gestualidad de los investigados que no se puede agotar entre los sustantivos y verbos, pero por sobre todo se modifica por la impronta ideológica que deviene en la enciclopedia, posicionamiento y situación de enunciación del sujeto mediador.

El autor asume entonces el papel de un sujeto textual que vive en la multiculturalidad, en un sistema diglóstico, el investigador sería entonces según la perspectiva de Bajtín un sujeto escindido que vive en el intersticio de dos culturas, por un lado la experiencia con el informante del cual busca dar cuenta de su tradición y por otro su propio marco disciplinario.



Se plantea entonces una tensión entre la memoria individual del autor investigador y la memoria colectiva movilizada en la palabra del otro, al orientar el mundo cultural oral del investigado en la representación de géneros canónicos que se apartan de la genealogía de significaciones que toman las palabras en el decir y poder del lenguaje de una comunidad indígena o de cierto sector cultural que se busca comprender, puesto que aunque identifican la tradición, la búsqueda y rescate de identidad, al reconstruir su oralidad en grafías, desvanece su pasado histórico, su cosmovisión, para imponerse el discurso del letrado, la escritura, el orden de una u otra la tipología textual, la lengua universal.

Esta posición se desataca en Lienhard(7) cuando habla de la problemática de género, realizando una clasificación que involucra en principio la etnografía ( descripción de la vida colectiva de una étnia determinada) y el etnotestimonio ( transcripción de los discursos del Otro, que exige gran fidelidad).

A estas prácticas le suma otras tres que requieren un compromiso subjetivo, estético y científico mucho mayor :

Papel del observador: ficcionalización de lo que se ha- ose hubiera podido observar.
Reflexión científica sobre el resultado de la observación y el discurso del otro.
Recreación <> del discurso del otro, la fabricación de un discurso étnico artificial.

Se resalta la última categoría de donde se desprende más directamente el concepto de etnoficción, ya que como se menciono anteriormente en el traslado del discurso indígena a la escritura, el sujeto de la enunciación no se limita a reproducir el discurso oral tal y como fue pronunciado, sino que manifiesta un trabajo de re-creación (ficción) del discurso oral del informante.

Los sujetos sociales de estos discursos se posesionan de un lado y otro de una frontera cultural: viven y conviven en un doble sistema de signos, el ancestral como la voz del otro y, el sistema epistémico del autor investigador , que para el caso de la producción escrita se presenta como dominante.

Sin embargo en esta relación se hace posible el sujeto textual desde la imposición de un lenguaje dominante sobre otro dominado, ilegítimo que produce la desterritorialización del informante o comunidad, despojandolo de su simbología, de su lengua, sistema de signos, de su oralidad, que se destruye y se materializa en un registro escrito que recuerda el poder de la escritura.


¿Pero esas construcciones del etnógrafo, autor -investigador son literatura?. Desde la canonización de los géneros, los discursos del etnógrafo pertenecerían a la baja cultura, o a lo popular, al <<> de acuerdo a su origen y circulación, donde será central lo extraverbal que se traduce en codificación de vivencias, de encuentros y hallazgos de lo diferente o exótico con elementos seductores (mitos, rituales, cosmogonías, costumbres, luchas sociales) que aunque novedosas, no son productos literarios en lo perceptivo . Además literatura es sólo lo dictado por el canon de occidente, donde lo etnoficcional es cuestionado.

Como muestra de una actitud contestataria frente a los colonialismos culturales de diverso signo que se arrogan el derecho de decir que es o no literatura a partir de su unción en una lengua universal.

“Desde esa distancia se plantea una relación taxonómica que opone la etnografía a la literatura asignando a la primera la condición de discurso de saber y a la segunda la de discurso de suponer (Niño, 1997:34). Planteado así el problema de esas dos maneras de enunciación, donde los actores sociales asumen diversos roles: autor, narrador, investigador, etnógrafo; la polémica se cruza de un concepto que vitaliza la fuerza de la oralidad y ya lo he mencionado, la etnoficción, que irrumpe como un estilo particular de producción textual, en territorios culturales que difunden un pensamiento mas allá de las fronteras, en forma de novelas que llevan implícita una noción de “unidad cultural”.

Ya que la etnoficción hace presencia en varios autores con diversas caracterizaciones que tiene en común el arraigo a unos símbolos como presencia del otro en sus manifestaciones literarias,, la adopción y transformación entre os discursos del suponer y del saber, creando un tejido entre subjetividad y objetividad, verosimilitud y verdad (ficción y realidad) al quedar registrados como memorias culturales en producciones escritas con ciertas características estéticas., desde el discurso de ficción propio de la literatura que convierte los testimonios de las culturas marginadas, exóticas y diferentes en un producto cultural actual que puede a la vez servir a un investigador como documento etnográfico, histórico y literario.

Por tanto el reto a lograr desde el marco de la investigación es que en la construcción de estos discursos en los cuales ocupa un lugar importante el sujeto social letrado ( literato, antropólogo, sociólogo,investigador) quien caracteriza la existencia de los discursos a través de una relación peculiar entre los informantes y la propia práctica para hacer visible y comunicable el producto de esta interacción.

martes, 25 de noviembre de 2008

¿Existen causas que justifiquen nuestras guerras?

REFLEXIONES DESDE LA VOZ DE SEPULVEDA

“La erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es una meta alcanzable, ni deseable… es preciso, por el contrario, construir un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan manifestarse y desarrollarse, sin que la oposición al otro conduzca a la supresión al otro, matándolo, reduciéndolo a la impotencia o silenciándolo… una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”.

Resulta de interés el estilo empleado por Sepúlveda para plantear sus argumentos en relación a las causas justas de la guerra a través del diálogo, en el que Leopoldo, sostiene la tesis contraria al autor personificado en Demócrates, quien en su concepción difunde un mensaje de entrega total a las causas de una guerra que es valorada desde una concepción de preceptos teológicos que rigen su visión. La cual desde una fundamentación filosófica apoyada en autores representativos como San agustín, Santo Tomás y Aristóteles busca perfilar un piso jurídico que haga considerar lícita la guerra, el sometimiento de los indios. La argumentación de Sepúlveda está impregnada de un alto sentido religioso, dentro de la tendencia escolástico cristiana, que concebía la dominación como una obra religiosa, y por ser religioso cristiana, de caridad hacia el prójimo. Mas al lado de esto encontramos en contradicción el razonamiento de superioridad natural de los españoles, y el deber de sumisión por parte de los indios.

Pero para el caso de mi lectura interesa analizar a través de una transferencia y recontextualización la idea de dominación, de sometimiento, de guerra, no desde la dimensión teológica aplicable en el pensamiento de Sepúlveda para el caso concreto de la conquista de América, sino ante todo hablar de las conquistas de territorio por las cuales atravesamos los colombianos en este conflicto continuo, que bien puede contrastarse por efecto con el sometimiento de unos grupos sobre otros, con la superioridad natural que a veces exhiben los insurgentes y las comunidades abatidas expuestas a la indeseable sumisión de someterse a un poder ilegítimo o insurreccionarse en defensa de sus intereses, hechos todos que pueden ser analizados alrededor de la búsqueda de unas causas que los justifiquen como hechos justos.

Otro aspecto que tomare en contraste será que Sepúlveda partió de la racionalidad, concebía así una humanidad estructurada bajo el principio de que unos hombres son mas racionales que otros, y que los más sabios y prudentes deben gobernar, dominar a los más ignorantes y rudos, empleando con moderación la fuerza sobre estos para librarlos de su salvajismo y civilizarlos, por supuesto en esta lucha se repudiaba la crueldad innecesaria.

Ideas todas que me parecen interesantes para analizar esta época de conflictos, donde la crueldad se patentiza en las masacres y el dolor que a diario se expone en los entornos que nos rodean, donde las personas son objetos de conquistas, obligadas a modificar su decir, pensar, actuar y obrar, donde existen también unos sectores que se creen con el derecho de conquistar conciencias y modificar formas de vida en función de leyes, normas, consignas de progreso social, tras las figuras del sometimiento, el desplazamiento, donde ¡reina la disputa! que poco a poco se ha ido calando modificando los imaginarios, constituyendo a la guerra en un imaginario simbólico que esta lleno de muchas causas que parecen darle origen y que por tanto se nos tornan incomprensibles.

En esta época poco a poco nos hemos ido acostumbrando a hablar de la guerra, palabra tan nueva y tan vieja para nosotros, que es anterior a la dominación romana y hoy nos resulta tan propia desde la desterritorialidad impuesta por vías violentas a nuestras poblaciones que también entrañan cantidad de indios, etnias, personas, que se están aniquilando por causas de un conflicto armado que parece haber olvidado totalmente las “causas justas” de una guerra; acto que orienta hoy a algunos sectores o poblaciones a convertirse en pueblos marginados, sometidos por la fuerza de las armas. Así como Sepúlveda plantea en su análisis algunos argumentos que justifiquen el sometimiento de los indios por parte de los españoles quienes con su poder ideológico de la mano del cristianismo fueron poco a poco justificando desmanes y violencias contra esos grupos, también rondan hoy ideologías equivocadas que buscan pintar el conflicto como una vía necesaria para un cambio positivo para la nación, para lograr la paz y refundar una sociedad no excluyente y democrática.

Resulta interesante saber que existen ciertos antecedentes históricos desde lo tratado por Sepúlveda que justifican la guerra, el enfrentamiento con el otro, como un medio efectivo para garantizar el curso recto de un gobierno, el aseguramiento de unas relaciones de bienestar en función de derechos y deberes para los seres humanos, que pueden tipificar esta acción como justa, desde este horizonte planteo este interrogante: ¿Podría predicarse desde los argumentos expuestos por el autor que toda guerra es justa?

“La guerra justa no sólo exige justas causas para emprenderse, sino legítima autoridad y recto ánimo en quien la haga, y recta manera de hacerla. Porque no es lícito a cualquiera emprender una guerra, fuera del caso en que se trate de rechazar una injuria dentro de los límites de la moderna defensa” Sólo cuando estas circunstancias se den conjunta y solidariamente será justa la guerra; con una que falte, la guerra será injusta.

Poner en consideración estos principios al interior de las comunidades humanas de acuerdo a unos intereses inmediatos e históricos, contribuiría a acumular razones que lleven a comprender el conflicto de nuestra sociedad que es ya la resultante de una lógica destructiva y regresiva del obrar ético del ser humano.

Desde esta línea, también para Sepúlveda toda guerra aunque sea justa está sometida a una serie de limitaciones en lo que respecta sobre todo, a la protección de la población inocente que sufre las consecuencias de la misma. Aunque el señala especialmente dentro de este grupo a “embajadores, extranjeros o clérigos”, el principio que busco resaltar para el contexto actual del conflicto de nuestro territorio es el de incluir a esta población en el ataque, a los inocentes; puesto que la guerra tal como hoy se entiende y se practica no presenta consideración alguna a las personas inocentes en ella implicadas, es un mal gravísimo, porque ahora quienes la declaran desconocen los principios que la legitiman, por los cuales esta puede ser declarada en una sociedad. La característica reinante es la deshumanización, puesto que los procesos violentos a los cuales acudimos hoy están dando origen a una juridicidad y a una institucionalidad carente de legitimidad.

Así desde el hecho analizado por Sepúlveda se exige que se guarde moderación en toda guerra y sobre todo que se respete a los inocentes. Estas son sus palabras:

“Ha de observarse en el desarrollo de una guerra, como en las demás cosas, la moderación, de suerte que, a ser posible, no sufran daño los inocentes, no trascienda la desgracia a los embajadores, extranjeros o clérigos, se respeten las cosas sagradas y no se castigue al enemigo más de lo justo; pues ha de guardarse la palabra dada al enemigo y no hemos de extremar nuestro castigo con él, sino en proporción a su culpa”

Sería conveniente recalcar este principio a los ideólogos del conflicto en nuestros territorios para que la sociedad civil quede por fuera de las armas y muertes, buscando la justicia de una guerra que deje por fuera a los inocentes. Sin embargo aunque podemos decir que la barbarie generada hoy desde nuestra sociedad no es del todo reductible a las categorías que justifican una guerra desde el acontecimiento analizado por el autor, se puede afirmar también que tampoco es ajena a algunas adjetivaciones que exponen los grupos dominantes sobre los seres humanos vistos ahora así como el indio en Sepúlveda, como una población de animales que carecen de razón, decisión, expresión, derechos humanos, lo cual hace pensar que resulta ilusorio el intentar humanizar la guerra al analizar las causas justificativas de ella en general : repeler la fuerza con la fuerza, recobrar los bienes injustamente arrebatados, exigir el castigo debido de quienes han cometido la ofensa, si antes no fueron castigados por su propia ciudad. En esta guerra de hoy ya no podemos identificar claramente estas causas que la hacen justa puesto que las implicaciones sociales de pobreza, desplazamiento y marginalidad que a ella le atañen dejan apreciar que se desconoce totalmente las razones por las cuales nos es declarada a diario en nuestra nación.

El crecimiento de las resistencias sea con las fuerzas militares, con la guerrilla y las revueltas de los campesinos desplazados indica que se busca transformar el mundo desde el enfrentamiento de los seres humanos, por la defensa de unos intereses y necesidades que en la mayor parte de los casos termina siendo ajena a la del sector sometido y atacado, a las víctimas, ya que el gobierno en ocasiones también comete actos injustos por la imposición de sus criterios de orden, equidad y justicia que se expresan en función de consecución de tierras, dinero, reconocimiento y ante todo por una nueva avaricia que reina en la actualidad, la del poder atributo del príncipe quien tiene la potestad de declarar como justa una guerra aunque las consecuencias sean injustas, desde la legitima autoridad que a este le corresponde desde un principio fundamental:

“Es injusta toda guerra que no ha sido formalmente declarada, declaración que compete exclusivamente al príncipe, esto es, a la más alta autoridad del Estado”. Es decir, por príncipe se ha de entender aquella persona que está al frente de una forma de gobierno legítima, que está investido de la suprema autoridad y gobierna sin dependencia de un jefe superior”.

Desde todas estas explicaciones se puede decir que nuestro conflicto no tiene unas causas claras que lo tipifiquen como justo, ya que la dominación de unos grupos sobre otros para mantener un control social esta obligando a las personas a silenciarse, a negar sus derechos, a olvidar su identidad, despojándolos de sus tierras, obligándolos a cambiar sus formas de pensamiento, su cultura, en una lucha absurda que tiene ya como principio central la sobrevivencia a la cual amenazan las mentes desequilibradas de personajes para quienes la guerra se hace desde una concepción de destrucción, sin considerar su verdadero trasfondo, la paz, que sí podría contribuir para el surgimiento de una nueva sociedad, cualidad y verbo del cual habla también Sepúlveda desde una visión dicotómica: guerra/paz.

No podemos buscar definir y justificar una guerra sin relacionarla con su finalidad: la paz. Y así como ocurre con los territorios, también estas dos palabras fronterizas se mueven intentando engañar, procurando que no se note el movimiento, su acción. Así tenemos definiciones tan peregrinas de paz como “periodo de transición entre dos guerras”; o definición de guerra como “ actuaciones necesarias para cambiar las condiciones de paz”, es tal la implicación de una sobre la otra , que al que hace la paz se le acusa de que esta haciendo la guerra, y el que hace la guerra puede alardear de que está construyendo la paz, esta parece ser una confrontación presente en la obra de Sepúlveda, quien deja comprender desde mi interpretación que es un partidario resuelto de un sentido particular de paz, así afirma:

“… y en otros casos por necesidad, se ven obligados los mejores príncipes a hacer la guerra, de la cual dicen los sabios que ha de hacerse de tal suerte que no parezca sino un medio para buscar la paz. En suma, la guerra nunca debe emprenderse, sino después de madura deliberación, y por causas justísimas.(…), porque no se busca la paz `para ejercitar la guerra, sino que se hace la guerra para adquirir la paz.”

Además en otra parte del texto : “Leopoldo abre el libro con esta rotunda manifestación: Te diré una y mil veces que considero injustificada la guerra, sobre todo entre cristianos. A la que Demócrates inmediatamente contesta _Ojala que Dios, óptimo y máximo, inspirase esta idea a todos los reyes y príncipes de cualquier república, para que cada uno estuviese contento con lo suyo, y así, no invadiese, movido de avaricia, el campo ajeno ni con ambición cruel e impía buscase la gloria o la fama en la destrucción de los demás. Ambos males han descarriado a muchos príncipes y les han armado para perdición mutua de sus pueblos e inmensa desgracia del género humano, con menoscabo de la tranquilidad y desprecio de la paz; pues cuando ésta falta en una nación, parece que falta en ella la felicidad más grande a que pueden aspirar las ciudades, ya que a éstas se las considera felices y dichosas precisamente cuando en el seno de la paz llevan una vida virtuosa”.

Finalmente los que nos hacen la guerra hace mucho que olvidaron las razones por las cuales esta puede tener curso en las sociedades, puesto que se declaran portadores de unas banderas que trabajan sinceramente por la paz, y que los muertos y demás masacres, nos los hacen porque han descubierto que los necesitamos para explotar el papel de víctimas, porque unas cuantas muertes son necesarias para garantizar el supuesto bienestar de una comunidad, el orden de un gobierno que busca legitimar por todos los medios el conflicto que a diario recuerda que el ser humano está dejando que impere más el instinto que la razón en relación a su obrar, negándose a comprender que este mundo es un continente heterogéneo de intereses, sensaciones e ideas que buscan un lugar en el cual se debe proclamar la alteridad, el respeto al otro, a su mismidad.

No se trata entonces de resolver los conflictos, de abolir cualquier indicio de guerra, se trata mejor de intensificarlos a través del ejercicio del pensamiento, vivirlos hasta el límite para que desencadenándose puedan ser comprendidos, estudiados y abran la posibilidad de encontrar salidas que antes que clausurarlos permitan entenderlos de mejor modo, comprendiendo unas causas que permitan considerarlo justo. Pero esta intensificación supone al mismo tiempo la puesta en diálogo de los distintos discursos, sin embargo se trata de un diálogo que es al mismo tiempo una lucha, puesto que el conflicto, la guerra es probablemente la única posibilidad de la libertad, es la posibilidad del reconocimiento del individuo en medio de la multiplicidad.

“(…) ya que es precisamente el conflicto el que posibilita que una sociedad crezca y ponga en movimiento los lazos y actores sociales. El conflicto es aquello que hace posible la movilidad de una sociedad; de acuerdo con Marx, éste genera el tránsito permanente que se da al interior de ella. Al gestarse nuevos conflictos se gestan también nuevas ideas. Es así como el conflicto resulta ser la “naturaleza” de la sociedad misma que la dinamiza y la pone en movimiento.”

“Porque el fin de la guerra justa es el llegar a vivir en paz y tranquilidad, en justicia y práctica de la virtud, quitando a los hombres malos la facultad de dañar y de ofender. En suma la guerra no ha de hacerse más que por el bien público, que es el fin de todas las leyes constituidas, recta y naturalmente, en una república”
Para Zuleta, eliminar el conflicto no sólo implica eliminarlo a él sino a la sociedad donde éste puede producirse, en el marco de un país con una guerra exacerbada, con sus patrones culturales reencuadrados en los imaginarios colectivos que denominan terrorismo todo lo que se salga de lo socialmente imaginado como 'normal' ( culturalmente anormal es, ahora, no apoyar a Uribe), la contención del ya casi inevitable desborde del drama social definido y caldeado alrededor de dos millones de desplazados, del desempleo son sólo algunas muestras de una guerra simbólica, que, al universalizarse en el imaginario colectivo la relación amigo-enemigos, ha generado la representación social según la cual frente a las guerrillas no cabe otra alternativa que la de su derrota militar.

Una de las bases centrales para viabilizar la decisión guerrerista ha sido la guerra simbólica, que ha tenido como población objeto al conjunto de los colombianos ; en porcentajes, ha sido muy bajo el segmento de la sociedad nacional mentalmente preparado e inmunizado contra los perversos efectos sicosociales de este tipo de guerra. En casi todas las mentes y corazones, ella está haciendo mella, sobre todo, por desgracia, entre los jóvenes y los niños.. De nuevo, como entre 1947 y 1958, todos ellos han internalizado el imaginario de que, como decía Estanislao Zuleta, en este país la mejor forma de resolver un conflicto es eliminando al contrario (5), ya al contrario guerrillero ya al contrario proestado. Si la guerra como materialidad militar no ha polarizado la sociedad nacional, la guerra simbólica sí está haciendo estragos en el corazón de los colombianos hasta llegar al caso de muchas familias y grupos de parroquianos 'pluralistas' que, en la práctica, han resuelto eliminar el problema de la guerra de las carlas de sobremesa y de sus conversatorios cotidianos ; por otra parte, el discurso oficial de poder, que se inicia a partir de la conceptualización fluida pero monotemática y cablegráfica de Uribe, que continúa -radicalizado hacia la extrema derecha - con la oratoria ilustrada, pero churrigueresca y grecoquimbáyica de Fernando Londoño, a quien le encanta deslumbrar inhibiendo la reflexión y el análisis y que culmina dejando callados a casi todos los restantes ministros o balbuciendo algunas rápidas formulaciones técnicas, no está haciendo otra cosa que reforzar las significaciones imaginarias bélicas.
En la actualidad del año 2002 la mayor o menor amplitud del carácter nacional del conflicto armado debe ser precisado en distintas dimensiones. Presente la guerra, como materialidad militar, con uno u otro evento en casi todo el territorio nacional, en lo sociopolítico ha estado muy lejos de fragmentar y polarizar a la ciudadanía en bandos encontrados siendo, en lo simbólico, donde ha alcanzado los grados más elevados de universalización.
En general, podría decirse que aunque la guerra simbólica se ha teñido de los colores y particularidades de las culturas regionales o de las propias de cada etnia (blancos,negros, indígenas), clase social, género o ideología política, sin embargo, sus más importantes factores de cohesión han estado ligados a los esfuerzos del gobierno y de los Medios de Comunicación por meter a Uribe Vélez en el corazón, así como en la carterita de cada colombiano, aquella donde se mete la foto de la amada al lado del fajito de billetes. Esta guerra simbólica, entonces, no podría escaparse en el momento de definir y poner en acción Estrategias locales, regionales o comunitarias de Diálogos o Conversatorios regionales con las insurgencias.

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Reseña critica: EL HABLADOR: LA HUMANIDAD DEL LENGUAJE Y LA APERTURA DEL MUNDO

POR: MÓNICA ESMERALDA VALLEJO.

Hablar es nacer una segunda vez
E.GENOUVRIER
"Las palabras son un mundo magico, donde se crean tanto reales como ilusorias experiencias a través de las cuales edificamos todos nuestros sueños, añoranzas y realidades, dentro de cada alma existen miles de formas de expresarse, pero las palabras son la magia que nos invita a reconocer que el vibrar del viento puede llegar a ser melodioso."

Dar lugar al acontecimiento: Somos los otros, la diferencia

POR: MÓNICA ESMERALDA VALLEJO.
REFLEXIONES: “ LA EDUCACIÓN (QUÉ ES DEL OTRO) DE CARLOS SKLIAR

“La educación parece ser así una fortaleza mayor que se erige como si fuera una suerte de dinastía, un reinado inmemorial, donde no hay lugar para la experiencia, para la experimentación; donde no hay lugar para el Otro y lo otro; donde no hay lugar para los contra-sentidos ni para los sinsentidos; donde no hay lugar para el acontecimiento."

Implicaciones de la etnoficcion desde el horizonte del autor investigador en la produccion literaria

TEXTOS FUENTE : La evolución de la oposición escritura/oralidad y las literaturas alternativas. *Etnoficción
“Colocado frente al otro, frente a una sociedad o subsociedad culturalmente ajena y predominantemente oral, el escritor o antropólogo deseoso de convertir su experiencia en escritura puede elegir, en un principio, entre dos prácticas fundamentales. Por una parte puede limitarse a describir “simplemente la vida colectiva que se ofrece a su vista, o a sus sentidos en general: práctica que se suele llamar etnografía. También puede tratar de transcribir con la mayor fidelidad posible los discursos del otro, sea los de la tradición o los que suscita por su presencia; el propio escritor antropólogo…”

¿Existen causas que justifiquen nuestras guerras?

REFLEXIONES DESDE LA VOZ DE SEPULVEDA

“La erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es una meta alcanzable, ni deseable… es preciso, por el contrario, construir un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan manifestarse y desarrollarse, sin que la oposición al otro conduzca a la supresión al otro, matándolo, reduciéndolo a la impotencia o silenciándolo… una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”